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lunes, 1 de julio de 2013

La caída del muro de Berlín del siglo XXI ocurrirá en Venezuela.


El 9 de noviembre de 1989 la caída del muro de Berlín no sólo supuso la destrucción de una muralla que separó a miles de familias. Fue algo más allá, un hecho histórico cargado de un enorme significado. El colapso económico (primero) y político (después) de la Unión Soviética alcanzó su punto crítico aquella noche, acelerando el proceso de descomposición de las Repúblicas Socialistas. Para 1991 la URSS estaba ya disuelta, dando paso al surgimiento de numerosos estados, buena parte de ellos sustentados (aún hoy) en las ideas de libertad de mercado.

No me detendré en explicar el porqué del colapso económico, pero si haré referencia al teorema del profesor Huerta de Soto sobre la imposibilidad del socialismo. Quiero centrar mi atención en Latinoamérica. Si bien es cierto que existe un faro de libertad (Chile), no es menos cierto que la región está plagada de regímenes soviéticos 2.0 (eufemísticamente calificados de “socialismos del Siglo XXI”). Me gusta hacer hincapié en lo de “2.0” porque, aunque se celebran procesos electorales más o menos limpios, los fundamentos son esencialmente los mismos: restricción de la libertad económica, fuerte polarización de la sociedad y estado omnipresente.

Las próximas venezolanas son prueba de ello.  Venezuela es un país que ha sido gobernado por el (elegido como) socialdemócrata Chavez  desde 1999 y ha servido de referente no sólo para otros países latinoamericanos (Ecuador, Perú, Bolivia, Honduras, etc…) , sino también para los partidos de extrema izquierda en España. El referente es el de un nación con infinidad de recursos naturales y que, pese a ello, tiene altos niveles de inflación, una alta tasa de criminalidad y un importante desabastecimiento de los productos básicos. El incremento del precio de los alimentos en Venezuela de un mes, equivale al de todo un año en España.  Incluso si analizamos la situación desde una perspectiva socialista, rápido repararemos en que el salario mínimo es uno de los más bajos de Latinoamérica, situado en los 146 dólares (al tipo de cambio de la última subasta oficial de dólares).

Sin embargo, el ciudadano medio no entiende de procesos inflacionarios y sus causas, y por tanto admite ser robado con mayor facilidad vía inflación que vía impuestos. Por lo que el sinfín de ayudas y subvenciones públicas (diluidas por la inflación) son tremendamente populares. El efecto de estas ayudas públicas (incremento artificial de la demanda interna) acompañado de la inflación (destrucción del ahorro y la inversión) y de la imposibilidad del cálculo económico socialista (ineficiencia económica) han creado el caldo de cultivo del, con toda probabilidad, colapso económico.

El colapso económico se comienza a manifestar con un déficit público incontrolable que deriva en constantes devaluaciones a fin de mantener el ruinoso  sistema. Un sistema que, pese a las exportaciones de petróleo, está incluso a punto de incurrir en déficit de la cuenta corriente. Y cuando eso ocurra durante un periodo de tiempo razonable, la economía venezolana se vendrá abajo y ello devendrá en el fin del actual modelo político. El colapso venezolano simbolizará la caída del muro de Berlín del Siglo XXI, la muestra de que el socialismo (se vista como se vista) no funciona.

Aquí los espero, del otro lado de la pared.


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